¿Cómo podemos definir el bienestar emocional?
Hace varios meses, bastantes a decir verdad, al terminar una entrevista para una estación de radio, fuera de la cabina y lejos de los micrófonos, la conductora del programa me hizo esta pregunta; ¿cómo defines el bienestar emocional?
Si la pregunta me la hubiera hecho una semana antes hubiera contestado simplemente en términos de lo que podemos ver y detectar instrumentalmente en CIATEB y hubiera contestado; "una persona sana emocionalmente es aquella que no presenta ninguna alteración en sus Centros de Transmisión de Emociones", pero unos días antes habíamos empezado a tener los primeros resultados sobre mi hipótesis de que los CTE van variando su tamaño, ampliando su radio, conforme una persona madura sus procesos emocionales (a mayor radio las emociones salen más fácilmente y son más fáciles de procesar), así que esto introdujo un nuevo cuestionamiento en nuestra investigación, ¿cuál es el radio correcto de maduración para cada CTE? Así que en términos científicos, simplemente numéricos, no podía contestar esa pregunta y se lo hice saber a ella tal cual. Después comprobamos, con gran ayuda del equipo de especialistas en ciencias de la conducta en Villahermosa, Tabasco, que la actitud, esa forma en la cual vemos lo que nos ocurre en la vida y nos hace transformar los eventos en desgracias u oportunidades, traumas o aprendizajes, es un factor determinante para la maduración de los CTE, y de ahí nació la frase que repetimos a todos los que asisten con nosotros; "tu forma de ver y llevar la vida te trajo hasta aquí con todos tus problemas, si sigues igual, si no cambias, tus problemas se van a regenerar".
Después descubrimos que hay factores externos que pueden afectar al campo biomagnético y a los CTE y responder esta pregunta se volvió un galimatías para mí. No podía caer en la arrogancia de afirmar que sentirse bien es sentirme como me siento yo, porque a pesar de tener mis altas y mis bajas, mis alegrías y mis tristezas, no puedo obligar a que alguien se sienta bien por darle clases de música a niños, o pasarse horas o días, como ratón de biblioteca, investigando y planeando experimentos o diseñando equipos o procesos para cuadrar teorías locas, o corretear un balón de fútbol entre tierra y patadas un día a la semana, o estar revisando cada mes que los pagos de impuestos se hagan correctamente, o extrayéndole a personas sus traumas para que tengan la oportunidad de una vida más saludable. No. Tal vez esta definición está bien para mí, pero no puede ser la misma para todos.
Hace poco un excompañero de secundaria me compartió un vídeo de una chica que aspira a ser cantante y compositora, vídeo en el cual ella canta una canción muy optimista y señala que ella es mucho más que los males que la aquejan, y él lo usó como ejemplo de que eso es estar bien. Pero ella no está bien, y más allá del optimismo que quiere reflejar y que se puede ver la tristeza en su rostro y algo de miedo en sus ojos aderezado con un ligero estrabismo (síntoma casi inequívoco de una neuropatía avanzando, después confirmada por un análisis que hicimos de su imagen que mostró varios traumas más) está el hecho de que esos traumas, al estar ahí presentes, por el simple proceso que llevan y cumplen dentro del organismo, le impiden estar bien Y no, no pude tampoco comprar este optimista argumento como ejemplo de bienestar emocional, porque engañarte diciendo que estás bien no significa que estés bien. Estar bien debe ser que pasan ciertas cosas, pero ¿cuáles?
Y así, el lunes 14 de junio, llegó a CIATEB una mujer, con Maestría en Administración, practicante de yoga y meditación, con tres abortos naturales en su haber, con un trauma por violación tan grande y tan antiguo que no recuerda en su origen, con la matriz llena de miomas (mismos que la tienen al borde de una tercera operacion por su reincidencia, miomas altamente probable originados por el trauma el trauma de violación), con depresión y con el estómago y el abdomen intoxicados por los procesos orgánicos de estos traumas, procesos que la obligan a llevar una dieta. Llegó acompañada de su hermano, un profesor a quien atendimos hace casi un mes.
Al verlo y reconocerlo lo saludé, y al preguntarle ¿cómo se sentía? Me contestó que estaba bien, y con un tono de broma agregó que estaba un poco molesto con su exceso de peso, pero en general se sentía bien y suponía que poco a poco iría bajando de peso, entendiendo que todo debe llevar un proceso.
Después, al platicar con ella, y tras reiterar todo lo que hacía para sentirse bien y los buenos resultados que todas estas rutinas dejaban en su cuerpo y ánimo y que ella era la persona que no había querido asistir casi un mes atrás a CIATEB cuando atendimos a sus hermanos (canceló su cita de última hora, esa mañana atendimos a su hermano y a sus dos hermanas), no me quedó más que preguntarle; ¿entonces, si estás bien, por qué viniste? Y con lo que contestó lo entendí. Ella contestó; "vine porque desde que mis hermanos vinieron cambiaron, no se enojan por lo que antes se enojaban, sonríen por lo que antes no sonreían, son más productivos, los veo disfrutando cada momento, y ya no hablan de estar bien, sólo están bien, y les dije que yo quería probar eso que les dieron porque quería verme como ellos se ven".
Estos cambios que mucha gente nota, incluso antes que el propio individuo atendido, era algo que ya había visto pero a lo cual no le prestaba tanta atención, siempre he tenido una parte de ego que busca la satisfacción de los cambios hacia uno mismo antes que hacia afuera, pero cuando estamos bien dentro somos mejores hacia afuera... y eso es obvio.
Al salir el lunes, una hora después, se veía mejor, y ella dijo que se sentía mejor, logró distinguir que los colores se ven más brillantes, los aromas resaltaban más, la sensación del tacto había cambiado y que su piel brillaba. Espero que su actitud la mantenga en ese estado por el resto de su vida para que, sin importar si le preguntan o no la definición de bienestar emocional, ella lo irradie, igual que sus hermanos en su entorno.
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