Un caso de alteración en la conducta
No era la primera adolescente que nos llegaba a CIATEB en cuyo diagnóstico nos aparecía que había sido víctima de violación o acoso y que esto le había ocasionado un trauma que nos aparecía en el análisis de la fotografía, desgraciadamente esto es algo normal. Lo que sí era la primera vez que enfrentábamos era que además del trauma por violación o acoso aparecía una neuropatía en formación. No nos preocupaba que no pudiéramos atenderla, era un caso más, es trabajo mecánico, protocolario, sólo un poco más de trabajo, lo que se nos hacía interesante del caso es que no sabíamos las consecuencias de esa combinación de traumas (independientemente de que las neuropatías se expresan en muy diferentes formas).
La jovencita llegó a CIATEB engañada, su madre la llevó diciéndole que iban al dentista. Entró a CIATEB una jovencita retadora, orgullosa, con un cierto aire de prepotencia enmarcado por el enojo hacia su madre, pero intentó mantener la apariencia. Extraerle los traumas fue relativamente rápido y mientras Alejandra terminaba de corregirle los flujos sanguíneos y magnéticos salí a platicar con su mamá, quien me contó que la había llevado engañada, que tenía muchos problemas con ella, todo el tiempo se estaban peleando, que se había vuelto muy arisca, que incluso se había puesto piercings en los pezones y había perdido la sonrisa. Recuerdo que le contesté que si con su hija mayor nos habíamos ganado su confianza al ver ahora salir a su hija iba a darme un abrazo.
Entré al consultorio para despertar a la jovencita rebelde que había llegado a CIATEB engañada y no estaba dormida, se encontraba sentada en la cama del consultorio doblando las cobijas con las que le había cubierto Alejandra los pies, y las estaba doblando exactamente igual a como las tenemos en la repisa, y para hacer esto incluso había bajado una para tenerla de muestra. Me sorprendió y le pregunté; ¿qué haces? Sólo contestó; ¡gracias!. Todo el tiempo mantuvo la mirada baja. Le dije que saliera en cuanto quisiera y que, siguiendo la tradición, pasar a mirarse al espejo que está en la sala de espera.
La jovencita se paró frente al espejo, se quitó el cubrebocas y de inmediato estalló en lágrimas. La mamá la veía a un par de metros de distancia pero no se acercó, siguió sentada en su lugar sin entender lo que ocurría. La jovencita buscó a su mamá con la mirada, después me buscó a mí, y al dar un paso hacia ella corrió hacia mis brazos para abrazarme y decirme una y otra vez que me agradecía. En cuanto estuvo un poco más tranquila le dije que fuera con su mamá y la abrazara a ella y a ella le agradeciera, porque ella era la que la había traído, aunque fuese con mentiras, yo sólo había hecho mi trabajo.
No voy a narrar la escena del abrazo entre madre e hija porque no es esto parte de una novela, sólo les voy a decir que fue una linda escena. Lo que sí les diré es que a partir de esa ocasión, que fue la primera, he visto a muchas pesonas, tanto mujeres como hombres llorar al realizar el ritual de verse al espejo y describir lo que ven. Yo no tuve traumas tan profundos, o tal vez si los tuve pero cuando me los quité no me miré al espejo de inmediato, así que no puedo explicar con mis palabras qué es lo que ve una persona en el espejo una vez que se ve sin traumas, sin bloqueos emocionales, sólo puedo transcribir sus palabras; "me veo diferente", "me gusta más lo que veo ahora", "siempre quise verme así".
PD: Antes de salir la mamá me dio un abrazo, y también mostraba los ojos acuosos. Hoy, meses después, madre e hija son grandes amigas y llevan una excelente relación. Antes de un mes la jovencita se había quitado los piercings.
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