Como cuando era feliz...

 Ella egresó de la carrera de psicología hace un par de años y tiene año y medio ejerciendo. Su foto para diagnóstico nos la envió su madre, a recomendación de una psicóloga amiga en común. En la imagen aparecía que ella sufría depresión, pero también tenía un trauma originado, el 95% de las veces, por abuso sexual, intento de abuso sexual y acoso, el restante 5% queda distribuido entre abortos y una ínfima parte en casos heredados. Al escuchar su diagnóstico de inmediato le pidió a su madre hacer cita en CIATEB.

Tristemente nos es normal recibir a mujeres con traumas de violación, es uno de los traumas que más comúnmente atendemos, muchas veces, la gran mayoría, son acumulaciones de eventos de décadas, porque después de ese primer abuso cada vez que esa mujer tuvo relaciones se sintió violada, pero lo calló, por aquello de la familia, o las buenas costumbres, o la sociedad, porque si calló la primera violación, ¿qué más da callar todas las demás? Total, al final podría quedar embazarada y tener un hijo que la ame, alguien con quien se sienta bien, pero desgraciadamente tampoco eso ocurre, porque incluso amamantar a su hijo le ocasionó dolor en los pechos.

Al preguntarle cuándo había ocurrido su violación no me esperaba la respuesta; hacía tres años (siempre había sido mucho tiempo atrás). Las lágrimas le escurrieron por las mejillas y la detuve para que ya no siguiera hablando de ese tema y ella comenzó a hablar de los 30 kilos que había subido en los últimos tres años mientras le extraíamos la depresión y el trauma por violación. Minutos después le pedí que me contara sobre esa violación, sobre ese episodio, y lo contó sin soltar lágrima alguna, como si fuese la historia que le contó la prima de un amigo. Ella no entendía lo que pasaba, no cuadraba con lo que ella había estudiado en la universidad.

Salió del consultorio, se miró en el espejo y sus ojos comenzaron a enjugarse, y dijo; "no puede ser, me veo bien, muy bien, como cuando era feliz, antes de que ocurriera..." Su madre la miró y se asombró de ver cómo había cambiado tanto el rostro de su hija, que buscaba con desesperación una fotografía en su celular, una fotografía de hacía más de tres años, de cuando era feliz, y al encontrarla nos la mostró emocionada. Después, al despedirse, nos pidió permiso para abrazarnos. 

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